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Camboya, cruzando el país de la eterna sonrisa
(Tercera parte)

Sur de Camboya

Por Albeiro Rodas

Fotos: Albeiro Rodas  y  Yulth Ferney Oyola

 

Cuenta una vieja leyenda muisca, que cuando Dios estaba aburrido, quiso crear un lugar encantado, en donde el sol nunca se pusiera y las sonrisas fueran de 24 horas. Entonces creó el sur.

El bus sale todas las mañanas a eso de las 7 del Mercado Central de Phnom Penh. Digo "a eso" porque en Camboya el tiempo va de otra manera, muy diferente a las horas que marca el reloj. Es que al reloj en Camboya nadie le hace caso y el tiempo está marcado por las ganas y la urgencia de los sentimientos. Los extranjeros son siempre los primeros en llegar, buscan sus puestos numerados sólo para ellos y entonces esperan y esperan hasta que todos estén dentro y todos incluye gallinas y gatos ¿Quién dijo que las gallinas y los gatos no eran parte de nosotros y porque dejarlos en Phnom Penh? Ahora sí vamos para Sihanoukville. Bien, también hay buses sólo para extranjeros menos divertidos y más cómodos (sin gallinas y gatos). A eso de las 8 de la mañana el bus deja el centro de la capital camboyana, da varias vueltas por algunas avenidas y se dirige al sur. El bus recorre con parsimonia la Avenida Pochentong, en honor del aeropuerto y después llega a la glorieta que reparte el sur en dos: una carretera va a Takaew, Kompot y Kept al sureste y la otra carretera a Sihanoukville y Koh Kong al sur occidente. El sur de Camboya es más bien estrecho, repartido en esas provincias de grandes contrastes. Tomamos la carretera a Sihanoukville, con dos peajes, por lo pronto, los dos únicos del país.

 

Cruzar las montañas

La llanura del Mekong encuentra su límite en el célebre sistema montañoso de los Cardamomos. Es una cordillera con alturas no superiores a los dos mil metros sobre el nivel del mar que parte desde el occidente tailandés y llega incluso hasta Vietnam. La cordillera de los Cardamomos divide la costa sur de Camboya de la llanura del río Mekong. Los camboyanos de etnia jemer no aman las montañas y por lo tanto esta cordillera está despoblada, abunda en bosques tropicales y una rica fauna y flora adornada por hermosas cascadas que evidencian sus riquezas en agua. En general son temidas porque se dice que algunas de estas regiones deben estar todavía abarrotadas de minas antipersona. Phnom Penh conforma una provincia por sí misma que a la vez está circundada por la provincia de Kandal, todavía en la llanura. A continuación la provincia de Kompung Sue que ya se ve cruzada por la cordillera. La carretera al mar comienza a ascender las colinas y entonces el paisaje cambia radicalmente de llano a montañoso, algo particularmente especial para un hijo de los Andes, aunque distan mucho las cordilleras camboyanas de alcanzar las alturas sudamericanas o alpinas. Sin embargo, las colinas hacen que la carretera sea accidentada y pase por hermosísimos parajes dignos de una postal. El bus camboyano -no el que inauguraron hace poco para extranjeros- se detiene con frecuencia, sea para recoger más gallinas, gatos o gente o sea para descansar en el trayecto de las cuatro horas que toma el viaje entre la capital y el puerto. Los lugares en los que se detiene el bus no son de los mejores por la higiene y la atención, aunque eso a los camboyanos los tiene sin cuidado. Primero que todo las servilletas que ponen son papel higiénico, segundo todo lo tiran por tierra y tercero quienes atienden no se lavan las manos: tenga cuidado con cosas como el dengue, la malaria, fiebres palúdicas e infecciones. Si decide tomar el bus, lleve consigo sus propios alimentos. También se suele prevenir del hielo que gustan de echar por cantidades en toda bebida que sirven... no exagero... ver para creer.

 

La abuela Mauw

Justo a mitad de camino se encuentra un lugar bastante especial: el altar a la abuela Mauw, no digna para puritanos y personas que se escandalicen con facilidad. El altar a la venerada abuela está en el descenso de una colina, justo a 120 kilómetros de Sihanoukville. Los conductores suelen detenerse a rendirle respeto y lavan sus coches con el agua de una fuente del lugar considerada sagrada para que el espíritu de la abuela Mauw les cuide en las carreteras. La abuela Mauw era una antigua heroína camboyana célebre por participar en las luchas contra los tailandeses. Dice la leyenda que el jefe del sur murió en una batalla y como ella se había ya destacado por su valor e inteligencia, fue aclamada como la comandante. La heroína rehusó por ser mujer, pero todos los guerreros le ofrecieron como presente su propio miembro viril cercenado como símbolo de la autoridad masculina. Después de su muerte se construyó un altar en ese mismo sitio y la gente empezó a ofrecer a la abuela Mauw como tributo miembros de madera. Hace algunos años el jefe del centro de culto dijo que la abuela Mauw se le había manifestado en un sueño para decirle que no ofrecieran más miembros, sino otros donativos, pero a pesar de dicha revelación, los camboyanos continúan dejando en su altar falos de madera.

 

Hacia Koh Kong

El descenso de la colina de la abuela Mauw significa el ingreso en una nueva llanura: la del mar. La costa camboyana es corta pero bastante accidentada, especialmente por la Bahía de Sihanoukville. Cuatro provincias camboyanas se bañan en el Golfo de Tailandia: Koh Konh en límites con Tailandia, Sihanoukville al centro y Kompot en límites con Vietnam. En la garganta de entrada a la Bahía la carretera se separa para dirigirse a Koh Konh, una provincia más bien forestal y cuya carretera está en construcción. Pasa cuatro ríos que en la actualidad son cruzados por ferris, pero los puentes ya están en construcción. Muchos visitantes llegan a Camboya por esa vía cuando es difícil tomar el barco que sale de Koh Kong a Sihanoukville. Mientras el viaje por mar tarda tres horas, por tierra son seis, sin embargo, en cuanto esté terminada la carretera seguramente se convertirá en uno de los medios más útiles de acceso entre Tailandia y Camboya.

 

Hacia Kept

Más adelante, cerca del litoral, la carretera se separa al oriente hacia Kompot y Kept en un distrito que llama Prei Nub. La carretera hacia Kompot es nueva y excelente, por lo que un coche tarda dos horas en llegar a esa ciudad de litoral. La carretera es fascinante porque bordea dos eventos naturales sin igual belleza: el monte Bao Kao y el mar. No lejos de Kompot se encuentra Kept, la cual tiene su propia jurisdicción. La ciudad de Kept fue fundada por los franceses como balneario durante la Colonia. Las familias de los regentes y la nobleza camboyana durante aquel tiempo tenían sus quintas en un lugar que conjuga las colinas con el mar. Las casas tenían todas estilo francés con un aire de, avenidas con jardines, estatuas de ángeles griegos que jugueteaban en fuentes romanas con ángeles chinos y cultivos de frutas tropicales. Si bien la guerra entre 1970 y 1975 no tocó mucho esta ciudad nacida de la Colonia, el régimen de los jemeres rojos se dedicó con especial atención a bombardear mansión por mansión, y a destruir los ángeles greco-chinos para sembrar la más completa desolación. Con el regreso de la democracia, las ruinas de aquellos tiempos lujosos se convirtieron bien pronto en un atractivo turístico y una huella de la guerra. Algunas de las, especialmente sobre las colinas, fueron reconstruidas con el fin de establecer restaurantes y hoteles, pero muchas otras mansiones permanecen como ruinas griegas con la añoranza de los dueños que nunca volverán. Kept es el segundo centro del peregrinaje turístico en el sur de Camboya: la costa quebrada tiene al frente numerosas islas y las playas están casi todo el año llenas de visitantes y locales. Desde Kept parte una carretera a Vietnam, pero esa puerta internacional es sólo para ciudadanos camboyanos y vietnamitas, mientras que los extranjeros a los dos países tienen que acceder por la vía Phnom Penh - Ho Chi Minh.

 

Sihanoukville

Justo a mitad de camino entre la costa tailandesa y vietnamita, se encuentra Sihanoukville, el tercer centro turístico de Camboya después de Phnom Penh y Siem Riep. En la actualidad hay un vuelo entre esta última provincia y la ciudad portuaria. El aeropuerto de Sihanoukville queda a quince minutos en coche del centro de una ciudad que tiene en sus casco urbano unos 30 mil habitantes. Sihanoukville está precedida por el Bao Kao, un sistema montañoso que alcanza alturas de 2.500 metros sobre el nivel del mar y es rico en caídas de agua. Justo al frente del aeropuerto hay una oficina en donde se organizan excursiones a través del Parque Nacional Natural Rean. El recorrido comprende parte de la montaña por el río hasta llegar al mar. Gracias a las montañas, la temperatura de Sihanoukville es mucho más fresca que la de Phnom Penh (entre 25 y 28 grados), pero también la montaña atrae lluvias, especialmente durante la segunda mitad del año. Sihanoukville se encuentra en una bahía que está cerrada por un sistema de colinas. Una de las colinas más notables es aquella de la Pagoda Alta (Wat Le) y que conserva las bellas construcciones de la fe budista con diferentes templetes y monumentos a los reyes, monjes y a los personajes tradicionales de la tradición jemer. Un mirador natural se encuentra en donde está ubicada la antena repetidora de la señal de radio y televisión. Desde la ruina de una antigua mansión destruida por la guerra se puede observar la majestad del paisaje, el puerto y los tejados rojos de la ciudad que, aunque pequeña, se extiende a lo largo de la bahía en un futuro promisorio de ciudad grande. Sihanoukville no tiene grandes edificios, pero se pueden destacar los hoteles de cinco estrella que se ubican en la playa y que son variados, lo que dice cuan importante es la ciudad portuaria para el turismo internacional.

 

 

Sacro Monte

En la misma colina de la Pagoda Alta se encuentra la Iglesia Católica, la cual tiene su historia particular. Durante el régimen de los jemeres rojos, todas las religiones fueron eliminadas, los líderes religiosos perseguidos y los sitios de templo destruido. El único templo que no fue destruido en todo el país fue la Iglesia de Sihanoukville, la cual fue construida durante la Colonia francesa para atender a los marinos católicos que pasaban por el lugar. La Iglesia tiene una bella forma de pirámide, ubicada en la plenitud de la colina Le, verde y floreciente, es un lugar lleno del encanto de la tranquilidad y la invitación a la oración. Durante los duros tiempos de la guerra permaneció abandonado, pero por una razón inexplicable no fue tocado ni por bombardeos ni cayó dentro de la programación de destrucciones de los jemeres rojos. Terminada la guerra tampoco fue tomada por nadie, porque los vecinos decían que debía estar llena de espíritus, hasta que el gobierno de Camboya se lo devolvió a la Iglesia Católica y fue cuando llegaron los espíritus "blancos". En la actualidad el párroco es un sacerdote tailandés y la Iglesia es un centro activo de la juventud católica de la ciudad. El templo en la plenitud de la colina y la pagoda en la cúspide, hacen del lugar un auténtico Sacro Monte.

 

De espaldas al mar

Como todo poblado camboyano, el mercado es el centro del lugar. Por alguna razón, los camboyanos no son amantes de las aguas marinas. No les gusta el agua salada, dicen que es sucia y prefieren las aguas de los ríos. Por esta razón, la Sihanoukville camboyana está de espaldas al mar. Los habitantes viven en esta ciudad como si el mar no existiera, a menos que sean pescadores. Quienes en cambio sí disfrutan del mar son los extranjeros. Lo tienen todito para ellos. El litoral está todo en manos de cientos de hoteles de todos los tamaños y precios. Cuando usted invita a un camboyano amigo al mar, este se va con los mejores vestidos, porque por su mente no pasa que haya que bañarse en esas aguas saladas. Seguramente usted tendrá que ir a nadar solo, mientras su amigo camboyano lo espera en la playa, debajo de una palmera, sin entender la razón por la cual usted está metido en esas aguas azules alteradas por los rayos entrometidos del sol de Oriente. La mayoría de los bañistas que usted va a ver son extranjeros y los camboyanos que encuentre serán jóvenes que empiezan a ver que el mar no enferma a nadie, como dicen aquellos que no lo disfrutan. Como en muchas otras partes del mundo, los vendedores los hay y de todos los portes: los niños que venden flores y artesanías, las personas que hacen masaje en los pies, peinan con arandelas en la cabeza, los vendedores de refrescos, calamares, cangrejos en salsa y arañas fritas con mayonesa, los lectores del futuro que adivinan los precios de su bolsillo, los pescadores que están dispuestos a llevarlo a la isla que quiera y decirle en donde se puede ir a bucear, y así, la playa camboyana que mira los atardeceres más espectaculares del mundo, en donde el sol suena melodías de colores antes de irse al otro lado de la tierra para alumbrar otros pueblos con su calor de siempre.

Un rosario de islas circunda la Bahía de Sihanoukville. 22 islas en total, todas llenas de aventuras muy cerca del litoral. La más grande es Koh Rong (la palabra "Koh" significa "isla", así que no diga "Isla Koh Rong"). Las agencias de turismo del puerto ofrecen múltiples excursiones a las islas con posibilidades para el buceo y otros deportes acuáticos. En Kog Tang se puede ver el museo natural de la guerra bajo agua, los rastros de los bombardeos estadounidenses sobre Sihanoukville en el intento de rescatar el portaviones Mayagüez en mayo de 1975, el cual fue capturado por los jemeres rojos. El portaviones fue ubicado en dicha isla y el sur de Camboya recibió las consecuencias de un duro intento de recuperar la nave que encontró una fuerte resistencia por parte de los jemeres rojos. Los amantes del buceo pueden ver algunos restos de misiles y otras cosas cerca de la isla.

 

Nada que ver

A un amigo le habían dicho que en Sihanoukville no había nada que ver. Es cierto: no hay de esos centros comerciales inmensos con aire acondicionado de Bangkok o Manila, porque Sihanoukville tiene al Bao Kao, el monte que vigila al mar del sur con su corona de bosques tropicales y sus fuentes de agua cristalina y gélida que se derraman por su faldas exóticas. Tampoco hay de esos grandes rascacielos de Hong Kong y Singapur, no hay ninguno, sino sólo esas colinas que cierran la bahía con sus puntas sagradas de colores budistas y el campanario francés que se conservó a pesar de la guerra y el rascacielos del mar que salta en búsqueda del sol del Lejano Oriente. No hay ni una sala de cine en donde matar el tedio de la urbe, pero sí ese video excitante de las islas, puestas por la geología de la creación del mundo con un encanto amarillo de arenas cálidas y bosques de verdor marino, islas que parecen sacadas de las páginas de Simbad o que hacen innecesario soñar con las Polinesias. Debe haber una razón, quizá misteriosa, para que tanta gente venga a sentarse en silencio, allí, en esas playas que de cuando en cuando revuelca el viento. A mí se me hace que de un momento a otro llega de los lados de la India la sagrada nave de Kundinia, traído por las aguas del Golfo de Siam, de nuevo, a enamorar a la hija del rey Naga y entonces se beban juntos las aguas del país y refunden Angkor. Por eso no dejo de mirar al horizonte montañoso de este mar de Camboya.

 

Próxima entrega:  Angkor Wat
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